La presentación del libro Recuerdos y Costumbres de San Felipe Tindaco, Tlaxiaco, del licenciado Rufino Pedro Cruz Aguilar, me dio la oportunidad para pasar por comunidades que conocí hace años y que ahora están muy transformadas, con vías de comunicación modernizadas, mejores servicios públicos y desde luego destacan las casas que los migrantes han mandado construir y quienes a pesar de estar lejos de sus pueblos de origen, no los olvidan, pues envían sus aportaciones al pueblo, ya sea para la obra pública, ya para las festividades religiosas y, desde luego, a sus familias.
Así llegué a San Felipe Tindaco casi anocheciendo, a esta agencia municipal de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco distante varios kilómetros de su cabecera, tras atravesar los pequeños poblados de Ojo de Agua, Llano de Guadalupe y Guadalupe Victoria, y las cabeceras municipales de san Miguel el Grande, Chalcatongo de Hidalgo, santa Catarina Ticua y san Pablo Tijaltepec, desde donde el recorrido final fue por un camino de terracería a lo largo de 10 kilómetros.
San Felipe estaba ya culminando su fiesta del segundo viernes de Cuaresma, en honor a la Virgen de Dolores y al Señor del Calvario, justo cuando la autoridad municipal atestiguó el cambio de las cargadoras y cargadores de ambas imágenes, hombres y mujeres jóvenes que cumplirán su encomienda voluntaria durante un año.
La presentación del libro se hizo el sábado 12 de marzo en los espacios de la mayordomía, en la casa del licenciado Ponciano Velasco Velasco y su señora esposa Verónica Méndezcarlo, donde los comensales fueron atendidos durante la fiesta como se acostumbra en estos pueblos.
Se notó la mano mágica de la popular cocinera doña Eulalia Bautista Castro, quien lleva 20 años de servicio ininterrumpido, apoyado por don Alejandro Velasco Aguilar, su esposo. Labor fundamental la del portavoz, don Bernardino Velasco, un coordinador para las cosas de la iglesia y la mayordomía, y también de los padrinos de bautizo del mayordomo, don Catarino Velasco Aguilar y su esposa doña Petrona Aguilar Santiago, los encargados para recibir y registrar lo que familiares y amistades llevaron gustosamente a la casa de los mayordomos.
El libro contiene datos históricos y está ilustrado con fotografías que hacen la diferencia entre el ayer y el ahora, sin perder de vista la aspiración y el profundo sentido de identidad de los habitantes como parte de una de las principales etnias del país y Oaxaca.
La población está dividida en barrios, a partir del primero que los hombres y mujeres reconocen como centro histórico, pues ahí están sus raíces, un templo construido en el siglo 18, un campanil de los pocos que hay en Oaxaca, sus ermitas en los cuatro puntos cardinales, la casa de adobe que fue sede de la autoridad civil.
La población se ha extendido en las últimas décadas en una zona de ampliación donde cuentan con mejores servicios de urbanización, escolares y de salud, entre los principales. San Felipe, como muchas comunidades indígenas, superó problemas de colindancia que tuvo por años con pueblos vecinos.
Está asentado en una región pródiga y donde la tierra produce lo que consume la gente.
El autor dice que su obra es producto de diversas voces de la comunidad, con la mira de que el tiempo no borre ni deforme los hechos y datos; equivale a una película en donde aparece la imagen y se escucha la voz de quienes intervienen. El agente municipal, Alejandrino Aguilar, se congratuló por tener en sus manos este libro, el cual servirá de consulta a las nuevas generaciones.
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