Siempre hemos criticado el mito aquel de que Oaxaca es una de las entidades más seguras del país. Vale como anzuelo para el turismo nacional y extranjero o para alentar a los inversionistas, pero no para sorprender la inteligencia y la buena fe de los oaxaqueños. Por supuesto que no somos, para nada, la entidad segura de los discursos oficiales o de las estadísticas alegres, con las que se regodean los responsables de las áreas de seguridad.
Se podrá decir que este flagelo es un tema nacional. Y es cierto. Los grupos criminales andan como Pedro por su casa en todo el país. Ha fracasado la política de “abrazos no balazos”. Escenas nunca vistas, como miembros de las Fuerzas Armadas sometidos y humillados por delincuentes en la población de La Noria, Sinaloa. O el secuestro de dos mujeres militares en Puerto Vallarta. O zonas turísticas a merced de sicarios y capos, que ubican a México como el paraíso de la impunidad, la violencia y la muerte.
Sin embargo, como se dice vulgarmente, también en Oaxaca se cuecen habas. Las ejecuciones, los asaltos a mano armada y los asesinatos crueles y despiadados, los estamos viendo hasta en la misma capital. La Costa oaxaqueña y el Istmo, han superado con creces a la Cuenca del Papaloapan, en los últimos meses, en el número de homicidios dolosos. Pero no hay región que haya escapado a la influencia nociva de la delincuencia.
El número de feminicidios, estimados por algunas organizaciones de mujeres de 36 a 43 en lo que va del año, demuele de principio a fin cualquier argumento de la entidad segura. Las desapariciones forzadas, no son algo para minimizar. Crecen cada día. El índice de percepción en la inseguridad, sólo entre los habitantes de la capital ha crecido de manera exponencial. Oaxaca de Juárez ya se ubica como uno de los 50 municipios más inseguros del país.
Y lo más grave. Según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, más del 70 por ciento de ciudadanos mayores de 18 años, coincide en que la situación habrá de empeorar. La semana pasada, un conocido chef fue asesinado a las puertas de su casa. La protesta de la comunidad artística, empresarial y ciudadana se ha orientado a exigirle al gobierno en sus tres órdenes: federal, estatal y municipal, actuar en consecuencia.
Y ante el proceso de campañas políticas para la gubernatura, la ciudadanía espera de los contendientes, propuestas serias, estrategias viables y no demagogia ni buenos propósitos. El argumento de que no hay recursos para mejorar la calidad de vida de los policías, para avituallarlos y dignificar su labor, ya no valen. Ya basta de encogerse de hombros e ignorar esta preocupante realidad. (JPA)
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