22 de diciembre de 2024

Héctor Baldomero brilló como jardinero en Los Ángeles, California, Estados Unidos

Postrado ya en cama por causa de una enfermedad que minó sus fuerzas, el migrante Héctor Baldomero Mata Palacios, quien salió de su querido pueblo San Francisco Cajonos, Villa Alta, hace 55 años aproximadamente, tiempo en que radicó en Los Ángeles, California, preguntó todavía a sus familiares qué otro cargo le falta desempeñar.

Desde niño y adolescente empezó a prestar sus servicios en el pueblo, primero en la iglesia y años después convertido en ciudadano en el ayuntamiento. A pesar de la distancia que hay entre su comunidad y la urbe norteamericana, cumplió con gusto los cargos que le confirieron sus paisanos, como el haberse desempeñado hasta la segunda regiduría en el cabildo municipal, de acuerdo con la escala de servicios.

A su llegada a Los Ángeles, su primer trabajo fue en un hotel y a partir de 1982 incursionó en el campo de la jardinería, oficio que fue dominando cada vez más hasta consagrarse en él, dando rienda suelta a su imaginación creativa y convertirse al paso de los años en todo un verdadero artífice y jefe de un maravilloso equipo de trabajo muy solicitado, donde incluyó a varios paisanos suyos.

Antes de morir el pasado 8 de marzo en Los Ángeles, a los 73 años de edad, don Héctor Baldomero, como le decían sus amigos y paisanos, tenía en mente que podría servir todavía a su pueblo como lo había hecho en años anteriores, sin embargo no le alcanzó el tiempo. Pero no podía irse de este mundo sin dejar algo más a su pueblo, algo que le fuese de gran utilidad, así que decidió donar un terreno para beneficio de sus paisanos.

Su cuerpo fue trasladado por sus familiares vía aérea a la ciudad de Oaxaca de Juárez, adonde llegó al mediodía este sábado 23 de abril y de inmediato fue conducido a la capilla de la agencia funeraria Núñez Banuet, donde lo velaron sus familiares y amigos, y se solidarizaron con su esposa Sara Amada López y sus hijas Elizabeth y Brenda Edith Mata López. Desde San Francisco Cajonos llegaron los integrantes de la banda de música municipal y miembros del cabildo encabezados por el presidente municipal, Gustavo Hernández Hernández. Un gran amigo del alma suyo, Allan Richars, viajó especialmente de Tama, Iowa, a la capital oaxaqueña para sumarse al duelo de la comunidad zapoteca.

El cantante del pueblo, Olaf Ramírez Robles, junto con los filarmónicos y numerosas personas presentes le rindieron un merecido homenaje en la agencia funeraria. La primera canción, Mi lindo pueblo serrano, de la autoría de Ángel Robles, es un bonito bolero donde el autor recrea la preocupación de un migrante al no tener la certeza de poder regresar a su pueblo, y si lo logra hacer teme que no sea reconocido por nadie debido a su larga ausencia. En el caso de Héctor Baldomero todo fue diferente. Él se ganó el cariño y el reconocimiento de sus paisanos.

Después siguieron las canciones tan populares como El Rey, de José Alfredo Jiménez; Amor eterno, de Juan Gabriel; Te vas conmigo, de dominio público, entre otras que interpretó Olaf con el acompañamiento de la banda de música de San Francisco Cajonios, dirigida por Rogelio Monterrubio Llaguno, además de las piezas musicales como el vals Dios nunca muere, de Macedonio Alcalá, las marchas fúnebres, los sones y jarabes serranos que se escucharon en diferentes momentos.

El ambiente de resignación, alegría y tristeza se vivió nuevamente el domingo en el Parque Memorial Núñez Banuet, en el valle de Tlacolula. La tradición de la sierra zapoteca en la forma de despedir a los seres queridos fue vivida intensamente el pasado fin de semana, pero la vida continúa y en el reconocimiento a la trayectoria de servicio de don Héctor Baldomero vinieron los aplausos. Él cumplió con alegría su misión. Su ejemplo es una luz que guiará a otras personas, sobre todo a las nuevas generaciones.

Antes de que los restos mortales de don Héctor Baldomero bajaran a su última morada, correspondió a su hermano, profesor Víctor Mata Palacios, leer un texto que le dedicó en vida y cuyos fragmentos transcribo:

“Dios te creó y te asignó una misión en la vida: ser jardinero, participar con Él en la maravillosa tarea de recrear sus grandes obras en la tierra (…) Te vi sembrando hermosas plantas y de la tierra inerte la transformaste en hermoso vergel de primavera. La verde California, por nombre le pusiste, porque verde fueron tus esperanzas cuando emigraste de nuestro pueblo de San Francisco Cajonos; porque verde son las abruptas montañas de donde procediste (…) Ser jardinero, ¡qué misión tan grandiosa! Una tarea que Dios te dio, porque, como dijo el poeta, en tu caminar nos enseñaste que, cuando se plantan rosales se cosechan siempre rosas, y cuando se siembran vientos, se recogen tempestades (…) Fuiste fuente de inspiración para nosotros; fuiste ejemplo de honestidad y perseverancia; tu corazón es un yacimiento de riquezas que decoran con valor tu conciencia”.