24 de mayo de 2025

Alberto Vázquez Sánchez, el hombre que funde la memoria en metal

Alberto Vázquez Sánchez, el hombre que funde la memoria en metal

▪︎ Un artesano mixteco que ha convertido la historia, la infancia y el juego en piezas de arte eterno.

Por Redy Yescas

Desde las profundidades de la Mixteca Alta, en Santa María Tindú, emergió una chispa que aún hoy mantiene viva la llama de un arte que se niega a extinguirse. Esa chispa tiene nombre y rostro: Alberto Vázquez Sánchez, maestro artesano, visionario incansable, hombre de manos sabias y corazón vasto como las montañas de su tierra natal. Su historia es una historia de resistencia, de creación, y de una ternura que se funde a altas temperaturas.

Alberto nació entre brasas, telas y juegos. Por un lado, la fundición de metales que heredó de su padre y su abuelo; por el otro, la ternura de las manos maternas hilando cobijas, zarapes, velas. “Yo jugaba con el arte”, dice con la serenidad de quien reconoce que el juego, cuando se hace con pasión, se convierte en legado.

Desde niño moldeaba figuras en piedra, dibujos que más tarde serían soldaditos, muñecas, y juguetes que ahora podrían parecer simples, pero que son cápsulas del alma de generaciones enteras. Jugaban los niños, sí, pero también aprendían a vivir.

Soldaditos, trompos y herencia

En tiempos pasados, el plomo era el alma del soldadito. Hoy, una nueva aleación —a la que Alberto ha llamado “mariposa”— toma su lugar, hecha de metales ligeros que resisten altas temperaturas y dan a las figuras una textura casi poética.

“Es poco conocido este arte en Oaxaca”, admite el maestro. Y no por falta de talento, sino porque, como tantos oficios populares, tuvo que migrar. La vida lo llevó a la Ciudad de México, donde desarrolló su técnica y fundó en 1988 la caravana “Oaxaca, arte, fiesta y tradición”, un movimiento cultural itinerante que ha recorrido el país mostrando las ramas artesanales más representativas del estado.

Allí van con él sus piezas, cada una nacida del grabado hueco en piedra, una técnica prehispánica que sobrevive gracias a su empeño. “Hasta en oro se puede fundir”, asegura. Pero más que el material, lo que importa es el alma que se deposita en cada figura. Porque cada paso del proceso —desde el dibujo inicial hasta la pintura final con pinceles minuciosos— es un acto de amor.

La sensibilidad como resistencia

En un mundo que se acelera, que digitaliza la infancia y homogeneiza la cultura, el trabajo de Alberto es un acto rebelde. Una defensa apasionada del juego, del detalle, de lo humano.

“Los juegos tradicionales provocan sensibilidad”, dice. “Eso es lo que le hace falta a la humanidad.” Con voz pausada, pero decidida, convoca a los padres a invitar a sus hijos a jugar atrapadas, escondidillas, a lanzar el trompo “a la uña” como antes lo hacían los abuelos. Su mensaje es claro: para construir un mejor futuro, necesitamos reconectar con nuestras raíces..

Porque en esos juguetes está guardada la historia del México que ríe, que imagina, que crea. No es nostalgia lo que mueve a Alberto, sino una certeza profunda: que la belleza se hereda, se trabaja y se comparte.

Reconocimientos que no cambian el alma

Su talento ha sido reconocido en múltiples concursos desde que era joven, y sus piezas han llegado incluso a los libros de texto gratuitos gracias al aval de la Comisión Nacional. Pero quizás el momento más emotivo llegó recientemente, cuando el Congreso del Estado de Oaxaca declaró, por unanimidad, su arte como Patrimonio Cultural del Estado.

“Eso me motiva a seguir adelante”, dice con orgullo humilde. No lo mueve la fama, sino el deseo de que sus hijas, sus nietos, y todos los que se acerquen a su obra, comprendan que en cada figura hay algo más que metal: hay historia, juego, ternura, resistencia.

Un hombre con alma de pueblo

En tiempos donde todo parece efímero, la obra de Alberto Vázquez Sánchez es un ancla. Él crea juguetes pero también crea puentes entre generaciones. Moldea memoria, forja identidad. No trabaja con máquinas, sino con emociones, con estado de ánimo, con historias familiares grabadas a mano.

Cuando se le pregunta por los juguetes que realiza y los que se jugaban antes —los soldaditos, los trompos, las atrapadas, balero, yoyo y más… — su mirada se ilumina. «Los juegos y juguetes tradicionales provocan mucha habilidad, bastante destreza, pero sobre todo mucha sensibilidad, que es lo que le falta a la humanidad. Hagamos que los niños vuelvan a jugar con los juguetes con los que crecimos nosotros y nuestros abuelos. Que dejen un poquito lo moderno y se lancen a las atrapadas, la víbora, doña blanca, las escondidillas… que vuelvan a echarse un trompo a la uña, a levantar habilidades.»

Y abunda, emocionado: «Eso despierta en los niños la sensibilidad humana. Desarrollan la motricidad, el pensamiento, la observación. Esos juegos antiguos mejoran la relación entre padres e hijos, porque invitan a jugar juntos, a convivir. Eso es lo que necesitamos para tener un mundo mejor y un Oaxaca maravilloso. Jugar con un soldadito, un trompo, una figurita que uno mismo pinta, que uno mismo echa a volar, es aprender a ver la belleza de lo simple, a desarrollar la paciencia, a cuidar. Nos hace más humanos. Por eso hay que seguir jugando a la antigua, porque así también se vive mejor.»

Lo puedes encontrar en Facebook como Alberto Vázquez Sánchez, «También estoy en Facebook como @Figuras de metal y @Alberto Vásquez Cultura y pueden marcarme al 55 54 57 77 59, con gusto les contestaré», señala el Maestro.

Mientras el Maestro Alberto Vásquez Sánchez siga fundiendo figuras, seguirá también fundiendo algo más profundo: la certeza de que aún existe belleza en lo hecho con las manos, en lo hecho con amor.